PROGRAMA DE MANO
Sinopsis
En una noche alucinada, Borja, encerrado en la casa ancestral de los Gondra, recuerda, sueña o inventa el momento de su muerte, rodeado de antepasados vengativos que le reprochan lo que ha hecho con la memoria familiar. ¿O son solo fantasmagorías del escritor ante la noticia más inesperada que podía recibir? Aquel a quien siempre reprocharon “no serás un verdadero Gondra hasta que tengas un hijo” ha descubierto la existencia de dos hijos gemelos de los que nada sabía: Iker, un activista que pronto saldrá de la cárcel reivindicando la lucha política, y Eneko, un escultor que vive en el extranjero sin preocuparse de pasados heredados.
En el mundo cerrado de Algorta, una generación de jóvenes busca su propia vía: Edurne, que se arrepiente de haber comenzado una nueva tumba y una nueva tradición; Claudio y Martina, una pareja formada por el hijo de quien tuvo que irse y la hija de quien seguramente tuviera mucho que ver en esa huida. Pero también hay miembros de la generación anterior atados al pasado: Blanca, que regresa por primera vez desde que tuvo que huir; Uxue, que expía sus culpas propiciando encuentros reparadores entre antiguos enemigos; Imanol, viudo de una activista aferrado a la pérdida.
Rodeado de esos jirones de memorias, Borja deja su propia herencia envenenada a quienes vienen detrás: una casa centenaria, un manuscrito de novela sin terminar, sus propias cenizas. Su viudo, sus hijos y una extraña ciega que teje cestas habrán de decidir cómo se llega al silencio final.
Nota del autor
En Los Gondra (una historia vasca) contamos cien años de esa familia desgraciada de Algorta, desde las guerras carlistas del siglo XIX hasta el pasado reciente. En Los otros Gondra (relato vasco) nos interrogamos sobre el momento actual y cómo trataban de cerrar las heridas de la violencia los miembros supervivientes del clan. En Los últimos Gondra (memorias vascas), el espectáculo que cerrará la trilogía, nos plantearemos qué hará con el recuerdo de los dolores antiguos la generación que no los vivió, una vez que hayan desaparecido los protagonistas; ¿construirán una memoria más sana o seguirán perpetuando eternamente los agravios que ellos no conocieron?
Borja, el miembro de la familia que narraba secretos y desvelaba oscuridades, se enfrenta ahora al silencio definitivo: entrar en la muerte y la memoria de quienes quedarán después él. ¿Qué harán con su legado dos hijos gemelos de los que nunca supo nada y su viudo que todo lo ignora del mundo de Algorta? ¿Cómo se repartirán una casa ancestral, un manuscrito de novela inacabado y sus propias cenizas? ¿Y qué teje para el “hijo del enemigo” una extraña cestera ciega?
En una noche interminable de sombra y sueño, algo ha de romperse para empezar otra vez, de otra manera, en otro lugar, mientras la lluvia cae mansamente y tal vez borre por fin la huella de las heridas.
Borja Ortiz de Gondra
Nota del director
En los procesos de creación teatral, sobre todo durante el período de ensayos, manejamos materiales muy sensibles: dudas, inseguridades, convicciones, compromisos…. emociones a flor de piel. Como resultado de todo esto se suelen generar unos lazos emocionales muy intensos entre los miembros de los equipos, no por efímeros menos reales y auténticos. A menudo, con la disolución de la compañía, se diluyen también los vínculos del grupo, pero a veces la relación pervive más allá del tiempo y la lejanía. Como en las familias.
En Los Gondra, Borja Ortiz de Gondra nos hablaba de su familia y de él mismo. Y, adentrándose en la particularidad de sus recuerdos más íntimos, de sus sentimientos más personales, alumbraba los nuestros.
En Los otros Gondra, Borja pone en boca de uno de los personajes una frase que me parece reveladora: «Eso del teatro no sirve para vivir». Yo no sé si sirve para vivir, pero a mí me gusta cada día más. Cada día me admira y celebro más que haya unos individuos que deciden venir a vernos, a escucharnos, a reflexionar con nosotros sobre aquello que nos concierne a todos. Para intentar descubrir quiénes somos. O quienes queremos ser. Cada día creo más en el poder sanador del teatro.
«¿Quién va a hacer de mí?», me preguntó Borja cuando estábamos seleccionando los actores para encarnar a los personajes de Los Gondra. «Tú, por supuesto», le respondí yo, sin dudarlo un instante. «¿Sabré hacerlo?», me replicó él. A lo que yo le contesté: «Claro. Eres el autor, ¿no? Sólo tienes que salir al escenario y decir la verdad. Tu verdad.»
Borja tenía más verdades que contarnos. Y aquí están otra vez él y su familia: la teatral (¡mil gracias y mil abrazos a los que la conformáis ahora, y a los que la conformasteis y la conformaréis siempre: Sonsoles, Victoria, Pepa, Cecilia, Aizpea, Ylenia, Fenda, María, Antonio, José, Joaquín, Markos, Lander, Marc, Samy, Juan, Marcial, Jesús, Iker y Curro!) y la auténtica. O la ficticia. En cualquier caso, la genuina: Los Gondra. Los unos y los otros. Los primeros y los últimos.
Josep Maria Mestres