Este Dramawalker propone escuchar las voces de un grupo de mujeres que, a pesar de tener edades, nacionalidades y formación muy diferentes, conviven por un tiempo determinado en la cárcel madrileña de Alcalá-Meco, privadas de libertad y alejadas de sus familias.
Las dieciséis mujeres que han compartido generosamente su vida cotidiana con nosotras esperan con ello evitar la estigmatización que tanto temen, haciendo visible que, por encima de los errores cometidos, no dejan de ser personas, madres, hijas, amigas, vecinas, trabajadoras…
En ningún momento se pretende representar el colectivo de mujeres encarceladas, puesto que se trata de un pequeño grupo en condiciones específicas. Como las ciudades, una cárcel no es igual que la otra. Como en los barrios, la vida es diferente en cada uno de los módulos en los que se organiza Alcalá-Meco.
En este Dramawalker no vais a poder visitar en persona el lugar del que hablamos, por lo que os proponemos un paseo virtual guiado por personas que, precisamente, están muy acostumbradas a utilizar la imaginación para poder viajar al otro lado del muro.
Las trece piezas que componen Dramawalker Alcalá-Meco Mujeres son:
De fuera a dentro
01. Llegada
Varias mujeres nos cuentan sus recuerdos de los primeros días en la cárcel. Una pesadilla, borrosa por momentos, pero muy real.
Dentro
02. Visita guiada
Alcalá Meco Mujeres es una prisión algo especial. No tiene muros altos, ni ese patio de hormigón que solemos ver en las películas. Los módulos están repartidos entre espacios abiertos y ajardinados y las presas no llevan uniforme.
03. Diccionario
Aisladas del exterior, la convivencia dentro es estrecha. Entre muros, mujeres de diferentes culturas comparten un dialecto único, específico al lugar que habitan.
Más adentro
04. En la celda
En esta cárcel las presas tienen bastante libertad de movimiento y, sin embargo, 16 horas al día son encerradas en las celdas. Para algunas es un suplicio, para otras, un descanso.
05. Delivery
Encerradas, las vecinas charlan por la ventana. Ingeniosas, se buscan la vida para intercambiar algo más que palabras.
Dentro, pero fuera
06. Día de viento
En el economato, además de comprar alimentos o productos de limpieza, pueden tomarse un café con sus compañeras. Por momentos, se olvidan de dónde están y tienen la sensación de estar en la terraza del bar del barrio.
07. Domingo de trópico
A Pamela le encanta escribir. Echa mucho de menos su ordenador, un teclado, las redes sociales… Aquí, en este lugar, intenta ordenar sus pensamientos escribiendo con bolígrafo en el primer papel que llega a sus manos.
Con los de fuera
08. El teléfono
Para muchas de estas mujeres, el problema no es tanto estar condenadas y haber perdido su libertad, lo más duro es estar lejos de la familia. Pueden soportar el sufrimiento, pero es insoportable pensar que hacen sufrir a aquellos que más quieren.
09. Llamadas
Ocho minutos. Tienen que hacer la cola para poder hablar ocho minutos con el exterior. La vida afuera sigue, sin ellas, y el teléfono es el hilo que las permite seguir haciendo parte de ella.
10. Comunicaciones
Hay una sala en la cárcel que se llama «comunicaciones». Las familias llegan, a veces después de haber recorrido cientos de kilómetros, para visitar a las presas a través de los cristales. La «comunicación» no es nada fácil.
Soñando con el afuera
11. Libros y bicicletas
Todo el mundo en Alcalá Meco encuentra sus propias estrategias para soportar la lejanía, la separación y la espera.
12. Permisos
La vida dentro de la cárcel es como un paréntesis, un stand by. Y mientras, afuera, todo continua. Cuando una mujer sale de permiso tiene que subirse al tren y reencontrar o reinventar su lugar.
13. ¿Dónde te gustaría estar en diez años?
Hemos preguntado a las presas dónde se imaginan en diez años. Unas sueñan con lugares exóticos y lejanos, vidas de película. Otras, solo quieren regresar al pasado.
Nota de la directora
La propuesta por parte del Centro Dramático Nacional de hacer un Dramawalker en una prisión suponía un reto difícil, pero que interpreté inmediatamente como una oportunidad única.
He realizado muchos proyectos sonoros sobre la historia de edificios, de espacios públicos. Escuelas, fábricas, cuarteles… que se convierten en centros de arte. He grabado un gran número de entrevistas a personas muy diferentes, habitantes y usuarios de un espacio, preguntando por el pasado y el presente, intentando descifrar la historia única de cada lugar. Casi nunca utilizo el vídeo, solo el audio.
Lo que me interesa del sonido (voces, historias y ambientes sonoros) es que nos permite, como público, ver cosas que no podemos ver, nos obliga a “mirar” de otra manera, menos pasiva, más creativa.
Trabajar en una cárcel significaba poder explorar esa incapacidad de utilizar la vista, puesto que se trata de un lugar confinado, cerrado. Estando fuera, el público no puede ver el interior de la cárcel e inversamente las presas, desde dentro, no pueden ver el exterior. En ese cruce de miradas imposibles, prohibidas, se encuentra Dramawalker Alcalá Meco Mujeres.
Para realizar el proyecto, el CDN constituyó un equipo artístico pluridisciplinar: Elena Cánovas, funcionaria de prisiones y directora del grupo de teatro Yeses, formado por mujeres presas; Sandra Vicente, diseñadora de sonido; Ana Bustelo, ilustradora, y finalmente yo, artista visual.
Juntas decidimos hacer un taller de una semana para empezar a trabajar. La dirección de Alcalá Meco eligió entre las numerosas personas que se apuntaron al taller a dieciséis mujeres.
La idea del taller era conocernos y encontrar un lugar común. Nosotras teníamos que entender dónde y con quién íbamos a trabajar, y ellas tenían que entender qué tipo de proyecto íbamos a hacer, qué significaba trabajar con el sonido, contar historias sin imágenes.
Fue una semana increíble, las mujeres presas compartieron con generosidad su vida cotidiana, conscientes de la responsabilidad y la oportunidad extraordinaria de poder compartir una imagen lejos de estereotipos y prejuicios.
Después, hicimos grabaciones más precisas, con temas y materiales que habían surgido durante el taller, y finalmente, nos dedicamos al montaje, un trabajo delicado y apasionante para construir una narración polifónica tratando de respetar cada palabra, cada intención.
El resultado es un coro de mujeres con acentos diversos, un testimonio único, entre lo ordinario y lo trascendental, las risas y las lágrimas, la soledad y la colectividad… siempre en dos direcciones, desde fuera hacia dentro y desde dentro hacia afuera.
Edurne Rubio