PROGRAMA DE MANO
Sobre el espectáculo
Barcelona, septiembre de 1939. Después de la guerra civil española muchísimas familias se ven condenadas a una destrucción moral y física devastadoras. Cuando Andrea llega a la casa familiar de la calle Aribau para estudiar su primer año de universidad ya nada se parece al ambiente cálido y alegre que ella conoció de pequeña. Ahora se da cuenta de que sus tíos Román y Juan, su tía Angustias, Gloria, la abuela y Antonia viven inmersos en un ambiente de tensión permanente y atmósfera irrespirable. La familia ha perdido su propio relato. Después de la guerra ningún relato coincide. Ningún relato repara. Ninguno salva. Sobre el escenario, un ambiente endiablado de muebles y personas; y un latir de sueños rotos, súplicas desesperadas y deseos inconfesables.
Y en mitad de este panorama, ¿cómo una joven de dieciocho años mantiene a salvo su propio relato, el que está por venir? ¿Cómo puede proteger sus sueños y vivir plenamente? Esta es la lucha vital de Andrea, una lucha interior que se convirtió en un grito generacional, cuando en 1944, y con tan solo 23 años, Carmen Laforet gana el primer premio Nadal y sorprende a todo el panorama literario del momento con esta inmensa novela que es de una belleza y una crudeza desgarradoras.
Andrea representa ese grito generacional de dolor y esperanza, de angustia y deseo, de los nacidos en los primeros años veinte; y que es también el grito de Carmen Laforet (Barcelona, 1921). Una generación que rondaba los veinte justo después de la guerra y que, a partir de 1939, tiene que superar la angustia existencial de gran parte de un país que con la guerra lo ha perdido todo, incluso las ganas de seguir viviendo. Y para alzar la voz como la alza Andrea, se vuelven fundamentales los amigos de la universidad, y muy en especial, Ena.
Ahí está la clave de esta historia: Andrea y Ena. Dos mujeres, dos almas unidas para siempre por el amor y la amistad. La amistad entre mujeres, toda una revolución vital, que como decía la propia Carmen Laforet, eleva la capacidad de alegría y creación.
Nota de la directora
Resulta emocionante imaginar sobre el escenario la adaptación teatral de la primera gran novela de Carmen Laforet. Estoy nerviosa y, a la vez, más viva que nunca. Este proyecto me ha sumergido de lleno en el universo de Carmen y ahí me he sentido a salvo. Ahí, en ese bosque del que hablaba su gran amiga Elena Fortún [la fôret], se han entremezclado mis temores con sus deseos y mi excitación con sus profundas contradicciones. Y en un susurro, y siempre con una sonrisa, me ha dado la vitalidad y la seguridad que necesitaba para abordar este reto. Nada es una novela perturbadora y oscura, nada complaciente; pero, a la vez, es una novela que desborda pasión y coraje. Su estilo seco y cortante, y sus minuciosas descripciones nos hablan de esa angustia existencial que todo lo invade en esos años de posguerra, y en esa alma algo nostálgica y triste de Andrea. Pero a la vez, encontramos a lo largo de la novela poderosos destellos de fantasía y deseo que no abandonan el espíritu soñador de la joven protagonista. Un espíritu que nos acerca al de la propia Carmen Laforet, a la que siempre le ha acompañado el deseo de amar (en todos los sentidos) apasionadamente:
“Esta alegría, yo lo sé, déjala correr, déjala llegar, refrescar, reverdecer, hacer más viva la sangre del alma. Besar como tú besas, loco, al paso…”
Para ti, Carmen.
Beatriz Jaén