PROGRAMA DE MANO
A principios de 1929 Lorca sufre una depresión profunda. Su apasionada amistad con Dalí se ha enfriado, su idilio amoroso con Emilio Aladrén se ha roto. Está desesperado con la política y sumido en una crisis sexual y moral. Es infeliz. Así que cuando le invitan a impartir una serie de conferencias en América del Norte y Cuba, su padre le sugiere que un cambio de situación le sentará bien.
El 25 de junio llega a Nueva York. Al principio, el ritmo metropolitano le resulta apasionante. Pero no tardará en verse horrorizado por un mundo que sitúa al hombre y sus ambiciones firme y exclusivamente en su centro, dejando fuera todo lo demás. Un universo que no puede estar más lejos estética y espiritualmente de su adorada Andalucía; y que se encuentra a las puertas de su propia crisis – la crisis financiera de 1929. El alma altamente sensible de Lorca, en este momento altamente sensible de su propia vida, observa cómo implosiona Wall Street, transfigurada.
Su trayecto desde la ciudad, adentrándose en los bosques de Vermont, volviendo a la ciudad y por último llegando a Cuba, es un extraordinario viaje de descubrimiento personal, siguiendo los preceptos de algo similar a la estructura clásica de tesis/antítesis/síntesis. Los poemas que escribe como respuesta a este viaje son a momentos inquietantes, rabiosos, nostálgicos, desesperados, proféticos, fracturados, severos, eufóricos, visionarios… Son un relato muy intenso de la vulnerable alma del poeta, luchando por descifrar la furia helada de la máquina urbana industrial. Abogan apasionadamente por el vínculo entre el hombre y la naturaleza y por la responsabilidad que este tiene hacia ese vínculo, argumentando desde el corazón más profundo que una vida sin espíritu en realidad no es vida.
Desde 1930 en adelante, trabaja y revisa la colección con vistas a publicarla, ajustando y reajustando el orden, añadiendo, tachando, intercalando ilustraciones… pero no llega a ninguna decisión definitiva. Está ansioso por presentar su obra maestra en una forma definitiva, sin posibles malentendidos.
Mientras tanto, escribe una conferencia cuyo propósito es explicar y ubicar los poemas. En ella, enmarca este verso tan intenso en una prosa más sosegada; una prosa que sigue estando marcada por su rica imaginación, su gracia particular, pero que ofrece una especie de contexto y un análisis para lo que en los poemas se vive como puro instinto. La creación resultante es algo parecido a una conversación entre prosa y poesía; entre mente y espíritu; o entre locus y numen. Él mismo se encarga de dar esta conferencia a lo largo de España y Méjico; aunque nunca en Estados Unidos.
En el verano de 1936 Lorca deja un manuscrito de Poeta en Nueva York sobre la mesa de su editor, ausente. Deja escrita una nota en él: ‘He estado a verte y creo que volveré mañana’. Pero nunca vuelve. Solo unas pocas semanas después, es asesinado.