PROGRAMA DE MANO
Texto escrito en el marco del programa “Autor en residencia” de la Sala Beckett la temporada 2019/20
A principios del siglo XX, un boxeador norteamericano llega a Barcelona. Se llama Jack Johnson y ha sido el primer afroamericano que se ha proclamado campeón mundial de pesos pesados. Se enfrentó a Jim Jeffries en el llamado «Combate del siglo» y, contra todo pronóstico, lo ganó. Una victoria contra el racismo. Johnson tuvo que pagar un precio elevado por su triunfo: una sentencia injusta que le hizo abandonar su país natal. Y aunque en Barcelona encuentra unos aires diferentes, tal vez más libres, Jack Johnson se verá perseguido por los fantasmas de su pasado que, de la mano de tres cabareteras, le harán revisar su historia y el recuerdo de su rival, Jim Jeffries.
Un hombre negro de más de un metro noventa de estatura camina por Las Ramblas, Barcelona. Estamos en 1915. Viste de traje entero blanco, impoluto. Una lujosa piel y un sombrero bombín, blancos también, completan el atuendo. Se lleva las manos, llenas de anillos de oro, a la cara. Ríe y muestra dos dientes de oro. Una prostituta lo saluda, son amigos. Se trata de Jack Johnson, campeón mundial de pesos pesados… el primer negro en conseguirlo. A lo lejos una mujer, blanca, lo llama. Se dan la mano y avanzan por las calles de la ciudad. Una ciudad cosmopolita, sórdida, llena de vida. Una ciudad que, a diferencia de su EEUU natal, le permite vivir, gozar, beber, luchar. Johnson huye de una condena hecha sobre mentiras, pero encuentra en Barcelona un refugio fulgurante.
La historia de Jack Johnson es apasionante, no solo por las circunstancias históricas que lo rodean sino porque se trataba de un hombre sumamente contradictorio: sonreía mientras combatía, hacía juegos de palabras, amaba a su madre por sobre todas las cosas… pero también apostaba el dinero que ganaba, caía en la ruina y volvía a levantarse. Hablamos de un boxeador negro que, contra todo pronóstico, gana el campeonato del mundo de pesos pesados contra un blanco. Johnson derrota a un Jim Jeffries apodado “La Gran Esperanza Blanca” llamado a devolver el título a los blancos. La esperanza se diluye… gana el negro que tantos blancos deseaban ver vencido. Una oleada feroz de revueltas y linchamientos raciales se desata en Estados Unidos, el aparato estatal se pone en marcha para derrotarlo… y lo conseguirá unos años más tarde.
Johnson es la personificación del límite: todo en él era excesivo, extremo. El dinero, los lujos, su estatura, su estilo de vida, sus provocaciones, las mujeres blancas con que salía… Un hombre al límite que vive coqueteando con la leve línea entre la vida y la muerte. No en vano se enamora de una Barcelona que, también, parecería mecerse al borde de lo sórdido y abyecto. El encanto de la decadencia. Pasará entonces casi tres años en la ciudad condal, donde prueba cada cabaret de El Paral·lel, boxea, prueba con una agencia de publicidad, pelea con Arthur Cravan (poeta dadaísta, sobrino de Oscar Wilde).
El combate del siglo es un ejercicio de ficción. De alter-ficción, donde nos alejamos del biopic para entrar en una ficcionalización del personaje. Como el mismo Johnson, que cambiaba pasajes de su vida cada vez que los relataba, aquí imaginamos los momentos que más nos interesan.
El relato está mediatizado por la presencia de tres mujeres, ninfas, moiras, parcas, cantantes y cabareteras que son la excusa para recordar su pasado, reinventarlo, revivirlo. Pero también las catalizadoras de su presente y las que anuncian su futuro. Con ellas vemos esas luchas que ganó Johnson en el ring y las que perdió, con todas las mujeres de su vida.
Así, construimos un retrato subjetivo de Jack, en sus complejidades y contradicciones, en su absoluta imperfección, admirable y detestable… como todos los grandes héroes/antihéroes contemporáneos.
El combate del siglo es una historia que habla de boxeo, ese deporte marginal y limítrofe, que nos recuerda que los seres humanos tenemos el germen de la violencia, incluso la colectiva, que reclama su espacio. Como bien explica Joyce Carol Oates en su libro Del boxeo, el ring es una especie de altar a nuestros impulsos más primarios, uno de los sitios donde mejor se recrea una sensación “de juicio final e incontestable” y en sus puntos más álgidos, es capaz de evocar “el sangriento quinto acto de las tragedias clásicas, cuando ese misterioso elemento que llamamos «trama» alcanza su apoteosis”.
Es también una historia que, paradójicamente, habla de la fragilidad humana. De cómo las pulsiones de Eros y Thanatos conviven con nuestros actos más cotidianos. Ahí donde está la exageración está la falta… y Jack, que parecía comerse el mundo a bocados, en realidad no hizo más que buscar el amor, el reconocimiento, huir del miedo y de la muerte: la de sus seres queridos, la de su madre mientras era un fugitivo, la de una de sus exesposas que se pega un tiro y la suya propia: porque desde muy pequeño Jack decía que haría cosas grandes y que sería inmortal.
Denise Duncan